Campo Cámara en Fiestas. San Roque
La algarabía es ensordecedora. Decenas de niños se aglomeran en el centro de la calle gritando sin cesar.
En medio de la masa alborotada, un barreño sobre una mesa, y una niña subida de puntillas a una silla, con la cabeza metida en el recipiente y las manos en la espalda.
Cuanto más tarda en sacar la cabeza, más aumentan los decibelios.
De pronto, en mitad de la locura colectiva, saca la cabeza chorreante de agua, mocos y salivas, sujetando una moneda de veinte duros entre los dientes.
La escena descrita sería impensable a día de hoy por múltiples motivos higiénicos y de seguridad, pero eran otros tiempos.
Con las Fiestas de San Roque llegaban los juegos infantiles, entre otras muchas cosas.
El comienzo de la época estival suponía un aumento considerable de la población, con la llegada de parientes desde todos los puntos cardinales.
Esto hacía que los corrillos de churreteo, formados al atardecer en las puertas de las casas, aumentasen de aforo. Que los primos de otras comunidades autónomas te contaran lo que le pasaba a Goku en la siguiente temporada (en Canal Sur iban con una de retraso), lo que hoy llamaríamos spoiler. Y que los coches se adueñaran de las calles, la mayor parte del año solitarias.
Todo ello como preludio de un momento culmen: Las Fiestas de San Roque.
San Roque fue un peregrino occitano canonizado en 1584. Es venerado como santo por la Iglesia católica, que celebra su festividad el 16 de agosto. Es uno de los tres patrones del peregrino.
El nombre de Roque significa «fuerte como roca». No existe acuerdo entre los historiadores a la hora de señalar el año de nacimiento de San Roque. Según la tradición1 nació en Montpellier (Francia) hacia el año 1295, mientras que otras versiones lo trasladan al siglo XIV, entre los años 1348 y 1350.
En una biografía escrita en 1478 por el veneciano Francisco Diedo se dice que Roque era hijo del gobernador de Montpellier, Jean Roch de La Croix. Quedó huérfano a los veinte años; entonces decidió vender todas sus posesiones, repartir el dinero entre los pobres y hacer una peregrinación a Roma con la intención de visitar los santuarios. En esa época se desató una epidemia de peste que provocó una gran mortandad en roda Europa.2
Roque recorrió Italia y se dedicó a curar y atender a todos los enfermos de la peste. Cuidó enfermos en Acquapendente, Cesena, Roma, Rímini y Novara. La tradición popular decía que curaba a muchos enfermos con solo hacer sobre ellos la señal de la cruz. A los que morían, él mismo les hacía la sepultura, pues nadie más se atrevía a acercarse a los cadáveres por el miedo a contagiarse de la peste.
En Piacenza contrajo la enfermedad; su cuerpo quedó lleno de manchas negras y úlceras. Como no quería ser una carga para nadie, se arrastró hasta las afueras de la ciudad para morir solo y se refugió en un bosque; allí nació un aljibe de agua que le refrescaba la sed. Poco después, un perro llegó con un pan y se lo dio a Roque para alimentarlo; esto ocurrió por varios días, pues el perro sacaba el pan de la cocina de su amo, hasta que un día el amo decidió seguir a su perro hasta descubrir lo que ocurría. Entonces el amo del perro se encargó de cuidar a Roque y curarle sus llagas. Cuando se recuperó, regresó a la ciudad, donde siguió curando no solo a personas, sino también a animales.3
Al parecer, falleció tras un largo periodo en prisión, pues en una guerra que hubo en Montpellier lo confundieron con un espía y lo tomaron prisionero. Además, él tampoco quiso revelar quién era. Tradicionalmente, se consideraba que falleció en Italia pero, hoy en día, se estima que murió en el propio Montpellier encerrado por su tío.
Aparece representado en las artes plásticas vestido de peregrino con bordón, sombrero y capa, con una llaga en una pierna, siendo la más habitual la izquierda, y acompañado de un perro, que suele llevar un pan en la boca, llamado Rouna, o un ángel, aunque a veces son representados ambos.
Su onomástica es el 16 de agosto. Santo protector ante la peste y toda clase de epidemias, su intervención era solicitada por los habitantes de muchos pueblos y, ante la desaparición de las mismas reconocían la intervención del santo, por lo que se le nombraba santo patrón de la localidad. Es además protector de peregrinos, enfermeros, cirujanos o cánidos, entre otros.
Durante cuatro días, la rutinaria y plácida vida del pueblo se veía trastocada por las celebraciones.
Echando un vistazo a los programas de fiestas pretéritos, y sin tener en cuenta los inamovibles oficios religiosos, podemos extraer una serie de actividades irrenunciables:
Cohetes, Concursos de Cartas, Juegos Infantiles, Competiciones deportivas, Verbena...
De igual forma, acudir a esos antiguos programas supone bucear en la historia reciente del pueblo. Por ejemplo, se pueden observar los negocios que cerraron y los que iban naciendo.
Otro aspecto que llama la atención es el siempre presente interés por la cultura y el deporte, más allá de la mera festividad, llevándose a cabo actividades durante la llamada “semana cultural”, tales como representaciones teatrales, enfrentamientos deportivos, y el acontecimiento que marcó toda una época y que merecerá una entrada propia: San Roque Rock.
La siguiente galería de fotos pretende ser una rápida mirada a los distintos programas de fiestas que conservo, en los que siempre hay algo sorprendente y que llama la atención, provocando una sonrisa dulce o amarga, según el caso.
Personalmente, un recuerdo
imborrable de nuestras fiestas es el olor de la verbena vestida de ramas de
sabina, hoy día impensable por motivos ecológicos.
Ese olor, junto a la llegada del venerable D. Luis el Turronero (comer turrón en pleno verano es indescriptible), era señal de que no había vuelta atrás para ir al “Poli” a ver competiciones, y de pasar las noches dando “sanjuanazos” entre pub, discoteca y verbena, en las que las Orquestas de turno (si no venían ese año Los Terribles era un drama colectivo), acometían sus consabidos tres pases:
Primer pase:
Ante las personas de mayor edad sentadas en sillas de anea, repaso general a lo más florido de nuestra España Cañí, con Manolo Escobar, Antonio Molina, Carlos Cano, Juanito Valderrama, Lola Flores, Masiel, pasodobles toreros y, las imprescindibles, María la Portuguesa, Islas Canarias y Mi Huelva tiene una Ría.
Segundo pase:
Tras el oportuno descanso, resumen de las novedades más novedosas del pop del momento (ahora también del reggaetón), entre las que se colaba la siempre festiva Paquito el Chocolatero, y la que demuestra que un cantante de orquesta manda más que la Guardia Civil, el Caballo camina palante, el caballo camina patrás.
De tales momentos surge la expresión: “había un baile que se segaba”.
Tercer pase:
Finalmente, y a horas más intempestivas, con la presencia de los más jóvenes y los no tanto (normalmente perjudicadillos), tanda rockera abierta con Chiquilla de Seguridad Social, aderezada con Medina Azahara y Mago de Oz.
Cada uno tendrá sus sensaciones al llegar esas fechas, distintas dependiendo de la edad y del momento vital, pero seguro que en su mayor parte de grato recuerdo, a excepción quizá de las resacas.
Siendo este año 2020 tan atípico, esta entrada está redacta en pasado, confiando que, en lo sucesivo, los años sigan sumando programas de fiestas y vivencias memorables.
Comentarios
Publicar un comentario